lunes, 14 de abril de 2008
La sociedad del miedo.
Por Camilo Morón Castro
Por esta época es pertinente reflexionar sobre el afán de delación que impera en este país donde las respuestas dadas, las preguntas prohibidas y las noticias diarias superan cada una en horror y sevicia, como lo fue la celebración de un hecho aberrante por parte del gobierno y sus mandos militares; la noticia del pago de la recompensa al asesino de Iván Ríos. Desde nuestra labor como trabajadores de la cultura debemos resguardar nuestras acciones de la perfidia de los delatores, vigilantes promedios, incentivados por un gobierno que recompensa la barbarie y por ello estamos en capacidad de sembrar una serie de interrogantes sobre este suceso. Con esto no estamos justificando la actuación de los grupos en disputa del conflicto interno del país, lo que planteamos es el examen de la doble moral defendida por un gobierno que impulsa los dedos acusadores y el asesinato cómo un método para pagar la traición; algo que no tienen asidero y con los que se demuestra que el impulso irresponsable del odio por parte del gobierno de turno puede inclinar la balanza contra los que disientan sus decisiones, más aún si se trabaja en pro del disenso y la reflexión crítica frente al contexto actual que no permite el sano ejercicio político de la sociedad civil.
Pero, la sociedad calla ante la gestión de una guerra sucia promulgada bajo el impulso de los medios oficiales que se han convertido en vasallos políticos, confundiendo a la opinión pública tras una estela oscura que hace pensar que las cosas no pueden ser de otra forma. El panorama se ha extendido a lo largo de los oscuros años de este gobierno caracterizados por sus múltiples escándalos; La para-política, el proceso de desmovilización de las A. U. C., los crecientes falsos positivos, el quebrantamiento de los Derechos Humanos, el desplazamiento forzado, por mencionar algunas de las bondades de este periodo oficial. Así, volviendo sobre la reflexión que nos acomete cabe la pregunta de la legitimidad de esta sociedad de la denuncia, donde están las formulas de juicio frente a estos hechos, pues es claro que el gobierno no puede justificar las acciones de la justicia privada y sus ejecuciones si se violan los principios constitucionales. Lo que se lleva a cabo en la actualidad es la violación de la legitimidad constitucional que nos rige en aras de imponer el terrorismo de estado; el manto de ignorancia aumenta y al parecer nadie se detiene a pensar que en un Estado de Derecho como el que se enuncia en
El gobierno debe apelar por investigar, juzgar y proceder de acuerdo al orden jurídico que sostiene el equilibrio vital de la sociedad. Pese a este incumplimiento, las opiniones siguen divididas, los hechos recientes han sido condenados por el Procurador General de la nación y por gran parte de los miembros de la rama judicial, mientras que la iglesia católica ha acompañado con un silencio sepulcral las irresponsables acciones del fiscal general de la nación que actuando por vía presidencial, absuelve al hombre que se presentó la semana pasada con la mano de Iván Ríos, sin analizar el trasfondo del dilema ético de destinar los dineros públicos para pagar por un asesinato y descuartizamiento: "podría ser exonerado en caso de que se compruebe que el crimen que cometió tuvo
sus motivaciones en un "miedo insuperable, un error invencible o un
estado de necesidad". Lo cierto es que dentro de los parámetros de los estados de derecho es imposible dejar pasar esta disyuntiva jurídica, pues en un caso como este el estado no puede actuar por fuera de la legitimidad y ampliar el espectro de la guerra sucia que no deja de circundar en nuestra realidad.
domingo, 13 de abril de 2008
Día con huella
César Lévano
La Primera - Lima
Nacido en 1903, pertenecía a la generación latinoamericana que simpatizó con Víctor Raúl Haya de la Torre y el aprismo agrarista y antiimperialista. Incluso, en una ocasión en que Haya dio una conferencia en Bogotá, Gaitán lo presentó como "el paladín de los descamisados de América".
Gaitán no era mero doctrinario; era luchador activo. La primera vez que fue elegido congresista denunció, durante 15 días, los crímenes de la transnacional estadounidense United Fruit, financiadora de dictaduras sanguinarias en Cuba, en Guatemala, en Colombia, etc. Ocurrió a raíz de la matanza de bananeros colombianos en 1928. Fue aquella una masacre horrible, sólo comparable con la de los salitreros de Iquique, Chile, en 1907. En ambos casos, fueron miles los obreros asesinados. Preludio horrendo de lo que después vendría.
No hay en el mundo masacres de proletarios parecidas a ésas. Respecto a la de Colombia, en Vivir para contarla Gabriel García Márquez la ha narrado tal como se la contó mil veces su abuelo: "…el militar leyendo el decreto por el que los peones en huelga eran declarados una partida de malhechores; los tres mil hombres, mujeres y niños inmóviles bajo el sol bárbaro después que el oficial les dio un plazo de cinco minutos para evacuar la plaza; la orden de fuego, el tableteo de las ráfagas de escupitajos incandescentes, la muchedumbre acorralada por el pánico mientras la iban disminuyendo palmo a palmo con las tijeras metódicas e insaciables de la metralla".
Dos meses antes de su muerte Gaitán había convocado a La Marcha del Silencio. Era en protesta, recuerda Gabo, "por las incontables víctimas de la violencia oficial".
Fidel Castro, de 21 años, tramaba un Congreso de Estudiantes Latinoamericanos que se estaba improvisando bien. Por eso estaba en Bogotá. Aquel mes, recuerda, "todos los días aparecían noticias de que en tal lugar habían sido asesinados treinta campesinos, en tal otro veinticinco campesinos". (Arturo Alape, El Bogotazo).
Después de un siglo de guerras civiles, una nueva violencia se había implantado en Colombia, por orden del imperialismo y la oligarquía colombiana. Tras la muerte de Gaitán, la ira destruyó Bogotá y encendió otra guerra.
Los que ordenaron la muerte de Gaitán están allí, en el poder, cosechando la tempestad que sembraron el 9 de abril de 1948,
viernes, 11 de abril de 2008
PALABRAS DE LA SENADORA DE LA REPUBLICA PIEDAD CÓRDOBA EN LA CÁTEDRA GAITÁN , SIMPOSIO MATARON A GAITÁN, BOGOTÁ, DC., ABRIL 09 DE 2008.
martes, 8 de abril de 2008
Sin piedad no hay Paz
La sociedad colombiana le debía a Piedad Córdoba un acto de desagravio. Un acto multitudinario y cultural que expresara una voluntad clara: todas somos Piedad. Dicho así en femenino no debe excluir a los hombres, pues es justamente en ese cambio de perspectiva que los hombres pueden ver una Colombia en su dolor y tragedia femenina. Que los hombres se podrían atrever a llevar también un turbante de colores, para acercarse y ponerse en el lugar de quienes viven con mayor intensidad la violencia de esta guerra.
Ese homenaje se dio el 3 de abril a las 6 de la tarde por las calles de Bogotá. Frente a un teatro repleto de invitados especiales que respaldan la labor de la senadora se aglomeraron miles y miles de ciudadanos de todas las clases, entre intelectuales y gente del común, para decirle a Piedad “¡A
¿Qué personifica esta mujer? No es sólo su juventud y su belleza singular (chocoana-antioqueña) lo que atrae a sus seguidores y seguidoras. Entre los asistentes vimos a Gustavo Petro y a Carlos Gaviria Díaz dispuestos a contribuir desde idearios políticos diferentes en la construcción de una opción para el país. Tampoco es simplemente el turbante que Piedad suele lucir, el que llama la atención de esa otra forma de hacer política. Ese turbante connota de un lado lo que permaneció prohibido en nuestra política, la presencia de memorias africanas e indígenas, de tradiciones multicolores, heterogéneas, ancestrales. Y de otro lado es quizá una invitación a hombres y mujeres a lucir otro aspecto, otra posición frente al país. Ropa hace gente, dice el refrán. El cambio de moda es también un cambio de ideas. El aire fresco se desentierra del olvido.
Académicos, políticos y movimientos sociales se alistan para conmemorar por lo alto los 60 años del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán. Justo el día de esos recuerdos, no podemos hablar en sordina de Piedad. La reflexión histórica permite entender de qué manera los hechos pasados se ligan a los hechos presentes. Las causas perdidas nunca se silencian. Si ya se habían visto esos ríos de gente siguiendo a Gaitán por la carrera Séptima, si ese líder y las exigencias de sus seguidores fueron acallados y enterrados, si el propio Gaitán fue asesinado, no quiere decir que ya no haya espacio para disentir frente al poder jerárquico y autoritario. Por el contrario lo que vimos el 3 de abril en este acto de desagravio a Piedad Córdoba fue el resurgimiento de ese movimiento recesivo de la memoria con la fuerza suficiente como para dar realidad, esta vez sí, a esas transformaciones urgentes.
Es precisamente esta coincidencia la que explica el significado de Piedad Córdoba. Estamos frente al nacimiento de un movimiento que recoge y recuerda las proporciones del movimiento gaitanista, sin reducirse ni querer parecerse a él. El movimiento que respalda a Piedad Córdoba es un movimiento de generación espontánea, multiregional, multicultural, no partidista, no excluyente, que ve en ella la posibilidad de recuperar las viejas utopías sociales que permitan definitivamente pensar el país en su diversidad, es decir, fuera de la homogeneidad masculina deformante, arbitraria y artificial que desde
Respaldar a Piedad Córdoba es claramente exigir que se desmonte la idea de identidad colombiana, porque ella es la raíz de los problemas sociales. Hoy necesitamos ciudadanos capaces de vivir y de pensar el mundo más allá de los fanatismos políticos, religiosos, raciales, lingüísticos. Seguir a Piedad es pensarnos por primera vez desde el Chocó, desde los pueblos indígenas y de reconocernos en esta multiplicidad de modelos de pensamiento como seres idóneos para interactuar con el mundo europeo, con el mundo africano, árabe, chino, coreano, etc. Cualquier intento por implantar en Colombia un sistema político o económico absoluto identitario va a fracasar. Es una aberración pensar que todas las regiones y culturas de este país deben hablar el mismo idioma, que el español debe seguir siendo el instrumento de pensamiento de estas tierras. Es hora, el tiempo ha llegado en que hagamos políticas desde otras sintaxis, con otras músicas y colores. Yüüü!
Y para qué un Movimiento Cultural
Por Álvaro Marín
Si la cultura es en sí misma movimiento ¿Qué es lo que hace que en algunos momentos se hable en términos específicos de Movimiento Cultural? Las corrientes críticas y de la creación surgen de contingencias singulares, muchas veces acompañadas de grandes transformaciones sociales, o de revoluciones técnicas y científicas, y cuando no, entonces preceden y crean el espacio propicio para estas transformaciones. Hoy en Colombia se vuelve a hablar, después de un largo silencio frente al tema, de movimiento cultural, y en realidad hay algunos signos que pueden dar cuenta de la presencia del fenómeno, entre ellos el resurgimiento del movimiento estudiantil impulsado por las generaciones más jóvenes de estudiantes. Pero existen también corrientes expresivas que se manifiestan a través de diversos medios impresos, audiovisuales y sonoros. Desde luego no me refiero a la expansión del mercado en el ámbito de la cultura, sino a todas las corrientes que surgen desde los distintos escenarios de la vida colombiana y que tienden a constituir una vertiente de la cultura más allá de los mass media y el mercado, o precisamente como respuesta a la apabullante incidencia y control social de esos medios que hacen parte de la estructura del sistema. Las corrientes que surgen son precisamente corrientes antisistémicas, y el naciente movimiento cultural fluye entre los intersticios de nuestra vida de manera desarticulada, pero con intereses y necesidades comunes; el sentido de la creación que acompaña una preocupación social, es precisamente otro elemento característico de los movimientos culturales.
Las fuerzas de la articulación
El significado de un movimiento cultural en un contexto como el colombiano es impredecible, pero es también una respuesta al corto alcance - en términos de necesidad de cambio- de las vanguardias, o mejor, del aparato político. La necesidad de condensar una voluntad, de constituir y articular una fuerza en un movimiento de artistas e intelectuales, como el que se ha propuesto desde la iniciativa de los poetas en Medellín, es también una iniciativa que deja entrever la intuición de un proceso en curso y conformación.
Pero antes hay que decir que los movimientos culturales están en parte determinados por las propias contingencias, y sobre todo por la necesidad de cambio y transformación de la realidad: cultura siempre es movimiento. Pero el caso singular del movimiento que surge es su levantamiento desde la profunda ceniza del holocausto colombiano. Al filón de la muerte que alimenta el poder, los intelectuales y artistas responden desde una iniciativa vitalista de la política que consiste en trabajar con sentido generativo, desde las ruinas del fracaso del Estado Nación en Colombia.
Un movimiento cultural, como todo movimiento social, incluso físico, supone una transformación, un cambio en la cualidad. Lo cualitativo en los movimientos culturales no es una suma de cantidades y filias sino todo lo contrario: una transformación de la materia, de la masa crítica. Entonces la acción cultural supone asimismo una energía que actúa en el sentido de esa transformación, es un movimiento, un sismo de la cultura. ¿Qué es lo que hace que una cultura circule en sentido evolutivo? El conflicto y sus componentes son el primer elemento activador, pero el segundo elemento, y sin el cual el primero sólo sería un componente inerte, es la conciencia; la conciencia es en sí misma búsqueda de sentido.
La conciencia agredida
El movimiento del mercado como estrategia de expansión busca distraer la conciencia a través de estrategias diversas. Una de sus estrategias es la insistencia en la tergiversación de la realidad, no sólo a través del tinglado mediático, esto no es suficiente para el mercado, su movimiento compulsivo busca también atiborrar la conciencia de la inteligencia y sus trabajadores que son los artistas, escritores, periodistas y pensadores. Sus fuerzas y movimientos reaccionarios actúan a través de los mismos intelectuales y a través de herramientas que reproducen en ellas el estado febril que obnubila y refunde en un ensueño de bienestar individual el estado de vigilia del mundo, sus herramientas son formas vivas: bacterias consumistas, virus que desarreglan el sistema inmunológico propio, palabras que vulneran el lenguaje. Y otras, las más de las veces: la comodidad, el dinero, la corrupción. Y estos componentes actúan como elemento inoculador que localiza el cuerpo expresivo y lo invade, una muestra de ello son las columnas de los escritores que les sirven de estructura intelectual a la prensa oficial. Una prensa confesional que recurre a la coacción a través de sus columnistas y que demanda de manera agresiva la conversión de los díscolos señalándolos con el estigma, históricamente reincidente, del sedicioso, o de estar contagiado del espíritu sublevado. El horror al contagio resguarda a la inteligencia sistémica de perder sus defensas individuales y preserva sus privilegios que nunca van más allá de los pingues beneficios personales logrados a través de una escritura inane.
El sentido de un movimiento cultural encuentra su campo de proyección precisamente allí, en la ruptura del tabú, en el espacio de la comunicación, en medio del contrapunteo entre las fuerzas cuantitativas del mundo financiero que se expresa primero en codificaciones y termina componiendo cifras. Pero las fuerzas de cambio son siempre cualitativas, aunque procedan de acumulaciones como ocurre en la realidad colombiana: el conflicto de largo tiempo ha acumulado la suficiente energía para su propia auto incineración, la carnicería manifiesta es su cambio de cualidad, su camino regresivo y su descomposición y putrefacción última.
Las formas de expresión
No podría afirmar que en otros países ocurre lo que ocurre en Colombia, pero del país se pueden afirmar algunos signos, además de los que ya son un lugar común: el mercado como regulador del lenguaje y la gramática social. La sumisión retoma nuevas formas, tanto que la voz y la opinión individuales se ven asordinadas por el coro que pide el respeto a la institucionalidad y a la autoridad, paradójicamente en Colombia, en donde el poder se sustenta sobre la corrupción, y la autoridad y sobre el desmesurado componente de la fuerza física y criminal que hace parte de la misma descomposición institucional.
Las formas de expresión de buena parte de la intelectualidad colombiana surgen del ámbito totalitario de la corrupción. El movimiento cultural, de tendencia argumentativa y cuestionadora en este caso, no puede verse desde esa institucionalidad sino como amenaza y como “enemigo”, y cuando no, está el disfraz del colaboracionismo investido de “independencia” que pretende ubicarse en un inexistente centro, como el centro en la esfera de Pascal, que está en todas partes y en ninguna. No es posible la independencia en un medio dependiente, lo que si es posible es la simulación crítica fungible como insumo de producción, o en el mejor de los casos de semental del aparato reproductivo de la cultura, hasta su involución o desaparición en los ciclos de un mercado que se inventan un escritor cada día, y cada día, convierten a otros en desaparecidos de las “fuerzas oscuras”, fuerzas que se presentan al asalto como tales sólo por la venda de la censura crítica. En estos tiempos la racionalidad instrumental de la industria cultural ha alcanzado el máximo de poderío que hace ver grisáceos el pensamiento y la reflexión, vagando en fantasmagorías, cubiertos por la bruma del éxito comercial, tanto mayor cuanto es más evidente la miseria de la creación.