martes, 8 de abril de 2008

Sin piedad no hay Paz


Por Selnich Vivas Hurtado, Bogotástrasse

La sociedad colombiana le debía a Piedad Córdoba un acto de desagravio. Un acto multitudinario y cultural que expresara una voluntad clara: todas somos Piedad. Dicho así en femenino no debe excluir a los hombres, pues es justamente en ese cambio de perspectiva que los hombres pueden ver una Colombia en su dolor y tragedia femenina. Que los hombres se podrían atrever a llevar también un turbante de colores, para acercarse y ponerse en el lugar de quienes viven con mayor intensidad la violencia de esta guerra.

Ese homenaje se dio el 3 de abril a las 6 de la tarde por las calles de Bogotá. Frente a un teatro repleto de invitados especiales que respaldan la labor de la senadora se aglomeraron miles y miles de ciudadanos de todas las clases, entre intelectuales y gente del común, para decirle a Piedad “¡A la Plaza, a la Plaza, a la Plaza de Bolívar!”

¿Qué personifica esta mujer? No es sólo su juventud y su belleza singular (chocoana-antioqueña) lo que atrae a sus seguidores y seguidoras. Entre los asistentes vimos a Gustavo Petro y a Carlos Gaviria Díaz dispuestos a contribuir desde idearios políticos diferentes en la construcción de una opción para el país. Tampoco es simplemente el turbante que Piedad suele lucir, el que llama la atención de esa otra forma de hacer política. Ese turbante connota de un lado lo que permaneció prohibido en nuestra política, la presencia de memorias africanas e indígenas, de tradiciones multicolores, heterogéneas, ancestrales. Y de otro lado es quizá una invitación a hombres y mujeres a lucir otro aspecto, otra posición frente al país. Ropa hace gente, dice el refrán. El cambio de moda es también un cambio de ideas. El aire fresco se desentierra del olvido.

Académicos, políticos y movimientos sociales se alistan para conmemorar por lo alto los 60 años del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán. Justo el día de esos recuerdos, no podemos hablar en sordina de Piedad. La reflexión histórica permite entender de qué manera los hechos pasados se ligan a los hechos presentes. Las causas perdidas nunca se silencian. Si ya se habían visto esos ríos de gente siguiendo a Gaitán por la carrera Séptima, si ese líder y las exigencias de sus seguidores fueron acallados y enterrados, si el propio Gaitán fue asesinado, no quiere decir que ya no haya espacio para disentir frente al poder jerárquico y autoritario. Por el contrario lo que vimos el 3 de abril en este acto de desagravio a Piedad Córdoba fue el resurgimiento de ese movimiento recesivo de la memoria con la fuerza suficiente como para dar realidad, esta vez sí, a esas transformaciones urgentes.

Es precisamente esta coincidencia la que explica el significado de Piedad Córdoba. Estamos frente al nacimiento de un movimiento que recoge y recuerda las proporciones del movimiento gaitanista, sin reducirse ni querer parecerse a él. El movimiento que respalda a Piedad Córdoba es un movimiento de generación espontánea, multiregional, multicultural, no partidista, no excluyente, que ve en ella la posibilidad de recuperar las viejas utopías sociales que permitan definitivamente pensar el país en su diversidad, es decir, fuera de la homogeneidad masculina deformante, arbitraria y artificial que desde la Independencia los criollos implantaron como identidad nacional colombiana.

Respaldar a Piedad Córdoba es claramente exigir que se desmonte la idea de identidad colombiana, porque ella es la raíz de los problemas sociales. Hoy necesitamos ciudadanos capaces de vivir y de pensar el mundo más allá de los fanatismos políticos, religiosos, raciales, lingüísticos. Seguir a Piedad es pensarnos por primera vez desde el Chocó, desde los pueblos indígenas y de reconocernos en esta multiplicidad de modelos de pensamiento como seres idóneos para interactuar con el mundo europeo, con el mundo africano, árabe, chino, coreano, etc. Cualquier intento por implantar en Colombia un sistema político o económico absoluto identitario va a fracasar. Es una aberración pensar que todas las regiones y culturas de este país deben hablar el mismo idioma, que el español debe seguir siendo el instrumento de pensamiento de estas tierras. Es hora, el tiempo ha llegado en que hagamos políticas desde otras sintaxis, con otras músicas y colores. Yüüü!


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